Una vida con sabor


Con cinco años de edad, el recuerdo más añejo que tengo es el de querer  preparar mis propios platillos y compartirlos con el resto de mi familia. Un recetario de cocina para principiantes fue el regalo que pedí a mi padre, quien jamás se imaginaría las historias que se cocinarían después de devorar aquel libro.
Eso, sin contar a tomillo y mejorana, mis primeros muñecos, a quienes bauticé con ese nombre sin entonces saber  que se trataban de  básicos de la cocina que dan sazón.
Hoy cocinera, antes intento de médico, pues no saborearía tanto esta profesión sin conocer los sinsabores de vivir sin ella. Guiada por la carrera de mis padres hice un examen para ingresar a medicina sabiendo que no era lo que quería, y es que ya sabía que deseaba ser chef, pero para ellos no debía, ya que cocinar solo era un hobbie. Mi abuela y mi padre son grandes cocineros pero solo en sus ratos libres. Dos años más estuve estudiando administración, hasta que un día decidí dejar los números  y seguir los olores de especias, verduras y dejarme llevar por las texturas, los colores y las formas de cada uno de los ingredientes.
Mexicana de nacimiento, pero con los pies por todo el mundo y es que me pregunto ¿qué sería de un chef si no prueba in situ los sabores de cada país?, si no conoce las mejores técnicas, pero sobre todo, si no ve los gestos de cada comensal al probar diferentes sabores.  Por ello, desde hace 6 años,  empecé a dar forma a un sueño, dejé el maíz y las salsas de mi México  y las cambié por arroz, pan, tomate y vine a Barcelona, mi actual casa, donde estudié Ciclo de Formación en Gestión  de Cocina  y Restaurante. Con ánimos de aprender más, realice prácticas  en el Evo, pues me intrigaba saber qué había detrás de un restaurante con estrella Michelín.

Fusión es mi palabra favorita en la cocina; mezclar tipos y estilos de comidas. Mi combinación favorita es la mexicana con asiática  y creo que las recetas son el mejor instrumento para quien quiere cocinar y obtener un platillo de fotografía, pero el instinto, el  impulso y  sentirse de nuevo niña en la cocina porque se puede jugar en ella, es para quien nació para cocinar y le gusta compartir, así es como me considero yo.
Me encanta cocinar porque el poder de la comida es infinito, sí, alimenta y satisface a una persona, la mantiene viva, pero sobre todo unida. El mejor pretexto para encontrarse con una chica es invitarla a cenar, reunir a la familia y festejar un año más de vida,  y de los amigos ni que decir. Si contara el número de reuniones que he mantenido con mis amigos con el pretexto de comer, podría compararla con los kilos de más que todos me han dicho, tienen gracias a mi.
Ser cocinera es el mejor trabajo que puedo tener porque todos los días obtengo una recompensa, no es lo mismo si fuera publicista o arquitecto; tendría que esperar meses o años para ver un proyecto concretado, y hoy veo todos los días platos llenos de vida y sonrisas.  

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